CAPITULO I
En el capitulo I nos pretende enseñar que ciertas cosas uno puede
aprenderlas o no, a voluntad. Como nadie es capaz de saberlo todo, no hay mas
remedio que elegir y aceptar con humildad lo mucho que ignoramos. (Savater,
1996, 15).
Nos habla que ciertas cosas nos convienen y otras no. Y el se refiere a
ciertas cosas que no nos conviene si queremos seguir viviendo. Él llama a las
cosas que nos convienen "buenas" porque nos sienten bien, y a las que
nos sientan mal las llamamos "malo". Saber lo que nos conviene es
decir: distinguir entre lo bueno y lo malo, es un conocimiento
que todos intentamos adquirir. También nos habla que hay algunas cosas que
pareciéndonos buenas pueden ser muy perjudiciales para nosotros. (Savater,
1996, 16)
Durante todo el libro ejemplifica sus definiciones o sus opiniones, y en
el capitulo I nos habla sobre las hormigas blancas (tema muy entretenido), que
levantan su hormiguero varios metros de largo y duros como la piedra. (Savater,
1996, 18) El hormiguero les sirve de caparazón contra ciertas hormigas mejor
que ellas. Cuando un hormiguero se derrumba las termitas-obrero se ponen a
hacer de nuevo el hormiguero, las termitas-soldado defienden a la tribu, y
cierran el hormiguero con ellas afuera, dando su vida por la tribu. Los hombres
tenemos diferentes formas de pensar y por lo tanto el criterio de lo bueno y lo
malo no puede nunca llegar a ser el mismo para todo el mundo. Nos pone varios
ejemplos de la libertad
de los hombres, como por ejemplo en la Ilíada,
donde Homero
Simpson cuenta la historia
de Héctor, el mejor guerrero de Troya que espera firme a Aquiles, éste más
fuerte que Héctor y probablemente va a matarle. Pero Héctor lo hace por su
deber, que consiste en defender a su familia.
(Savater, 1996,19). El hombre
a diferencia de los animales
es un ser racional al que se le da la opción de elegir y por lo tanto de
equivocarse. Un animal tiene una vida programada por la naturaleza,
y no tiene más remedio que cumplirla. En cambio
los hombres nacemos libres, tenemos una vida por delante que debemos construir
nosotros mismos. (Savater, 1996, 20).
No podemos ser libres de elegir lo que nos pasa, si no libres de
responder a lo que nos pasa de tal o a cual modo. Ser libres para intentar algo
no tiene nada que ver con lograrlo indefectiblemente. No es lo mismo libertad
que la omnipotencia. (Savater, 1996, 22) Por ello cuanta más capacidad de acción
tengamos, mejores resultados podemos obtener de nuestra libertad. (Savater,
1996, 23). También es verdad que el medio en el que nos desarrollamos tiene
mucha influencia en nuestra vida y en lo que consideramos bueno y malo.
(Savater, 1996, 25)
CAPITULO II
Las circunstancias nos imponen elegir entre dos opciones que no hemos
elegido: vamos, que hay ocasiones que elegimos aunque preferiríamos no tener
que elegir. El primer filósofo que se ocupo de esto fue, Aristóteles.
(Savater, 1996, 27). Por lo general uno se pasa la vida dando vueltas a lo que
nos conviene o no nos conviene hacer. La mayoría de nuestros actos los hacemos
casi automáticamente, sin darle demasiadas vueltas al asunto.
Otro ejemplo más, te despiertas y apagas la alarma, te quedas otro
ratito más, te levantas por que le autobús no espera, te duchas, (Savater,
1996, 29) has ido dando patadas a una lata vacía. No creo que cada uno de esos
actos los hayas realizado tras angustiosas meditaciones: "¿me levanto? o
¿no me levanto? no se parecen a las del pobre capitán del barco, tratando de
decidir si tirar la carga o no. Has actuado de manera casi intuitiva, sin
plantearte muchos problemas.
A veces darle demasiadas vueltas a lo que uno va a hacer nos paraliza. Después
Savater explica la siguiente pregunta: ¿por qué he hecho lo que hice? Nuestras acciones
debemos decidirlas nosotros. Lo que hacemos cada día, en cambio, pueden llegar
a ser costumbres que ya realizamos sin pensarlas, por ejemplo él lavarnos o él
peinarnos. (Savater, 1996, 30). Motivo es la razón que tienes o al menos crees
tener para hacer algo. Uno de los tipos de motivación
que reconoces es el de que yo te mando que hagas tal o cual cosa, a estos
motivos se le llaman "ordenes". Al motivo que sueles hacer siempre y
lo repites casi sin pensar se llama "costumbres". El motivo que
parece ser la ausencia del motivo se le llama "caprichos". Los
"funcionales" introducen aquellos gestos que haces como puro y
directo instrumento para conseguir algo. (Savater, 1996, 31). Cada unos de los
motivos inclina tu conducta
en una dirección
u otra, explica más o menos tu preferencia por hacer lo que haces frente a las
otras muchas cosas que podrías hacer. La pregunta para plantear sobre ellos es
¿de que modo y con cuanta fuerza
te obliga actuar cada uno? Por que no todos tienen el mismo peso en cada
ocasión. A la hora de hacer las cosas, las hacemos por varios motivos:
-Por ordenes: esperando o un castigo o una recompensa.
-Por costumbre: por que es algo que estas habituado a hacer y ya haces
sin pensarlo.
-Por capricho: por que es algo que nos apetece hacer. (Savater, 1996,
32).
Esta claro que la mayoría de las cosas que hacemos las hacemos por
capricho, pero, hay que tener claro que no todo se guía por lo que nosotros
queremos o no queremos hacer, también hay otras personas que quieren hacer cosas
tan diferentes a las nuestras, que hasta las pueden ver mal, y por ello existen
las órdenes, para que nos marque la libertad y haga la vida mas feliz a
todos.(Savater, 1996, 35).
Aunque el autor nos dice que no podemos hacer lo que queramos creo que
si lo podemos hacer pero el acto realizado puede traer consecuencias no muy
agradables, pero también es cierto que de cierta manera tenemos una libertad un
poco limitada ya que hay cosas que nos suceden y que no son producto
del actuar de otra persona,
que no nos benefician, sino que nos perjudican en algo, o simplemente son cosas
en las que no podemos tomar parte alguna. Cuando nos plantea la voluntad, creo
que es algo muy parecido a lo que he estado
mencionando anteriormente ya que aunque si existen diferencias, esta nos va a
llevar a realizar una actividad de bien o mal; con todo esto en conjunto y
llevándolo por el buen camino, desde mi punto de vista después de haber visto
la reflexión del autor, creo que no va a crear lo que para nosotros podría ser
la felicidad. (Savater, 1996, 35).
CAPITULO III
La mayoría de las cosas las hacemos porque nos las mandan, porque son un
medio al ridículo, censura, chismorreo, deseo de aceptación en un grupo,
o sencillamente por que nos da la ventolera o el capricho de hacerlas así, sin
más ni más. Cuando uno tiene que salir a exponer el pellejo junto a las
murallas de Troya desafiando el ataque de Aquiles, como hizo Héctor, o cuando
hay que decidir entre tirar al mar la carga para salvar a la tripulación o
tirar unos cuantos de la tripulación para salvar la carga (Savater, 1996, 38).
Libertad, es el asunto que se ocupa propiamente la ética, libertad es poder
de decir "si" o "no", digan lo que digan esto es lo que me
conviene y es lo que quiero, aquello no me conviene por lo tanto no lo quiero.
Libertad es decidir pero también no olvides darte cuenta de lo que estas decidiendo.
Lo más opuesto de dejarse llevar, como podrás comprender. Y para no dejarte
llevar no tienes más remedio que intentar pensar al menos dos veces lo que vas
a hacer, aunque te duela la cabeza.
¿Por qué hago esto? lo hago por que me mandan, por que es costumbre
hacerlo, por que me da la gana. Lo bueno o lo malo referente a lo que
preferimos hacer son términos muy confusos. "Bueno": es lo que
consideramos que nos hace bien. "Malo": es lo que consideramos que
nos puede perjudicar. (Savater, 1996, 38). "Lo hago por que me lo
mandan" ¿por miedo al castigo? ¿Por esperanza de un premio. Lo mismo
sucede con las "costumbres" ¿Por qué diablos tengo que hacer lo que
suele hacerse? Ni que fuera esclavo de quienes me rodean. Y cuando me interrogo
por segunda vez sobre mis "caprichos", el resultado es el mismo.
Muchas veces tengo ganas de hacer cosas que enseguida se vuelven contra mí, de
las que me arrepiento luego.
En resumidas cuentas:
puede haber órdenes, costumbres y caprichos que sean motivos adecuados para
obrar, pero en otros casos no tiene que ser así. Las órdenes y las costumbres
tienen una cosa en común: parece que vienen de fuera, que se te imponen sin
pedirte permiso. En cambio, los caprichos te salen de dentro, brotan
espontáneamente sin que nadie te los mande ni a nadie en principio creas
imitarlos. Yo supongo que si te pregunto que cuándo te sientes más libre, al
cumplir órdenes, al seguir la costumbre o al hacer tu capricho, me dirás que
eres más libre al hacer tu capricho, porque es una cosa más tuya y que no
depende de nadie más que de ti. Claro que vete a saber: a lo mejor también el
llamado capricho te apetece porque se lo imitas a alguien o quizá brota de una
orden pero al revés, por ganas de llevar la contraria, unas ganas que no se te
hubieran despertado a ti solo sin el mandato previo que desobedeces. (Savater,
1996, 40).
La palabra "moral"
etimológicamente, tiene que ver con las costumbres, pues eso precisamente es lo
que significa la voz latina mores, y también con las ordenes, pues la mayoría
de los preceptos morales suenan así "debes hacer tal cosa" "ni
se te ocurra hacer tal otra cosa".
Moral es le conjunto de compartimentos y normas
que tú, yo y algunos de quienes nos rodean solemos aceptar como validos; Ética
es la reflexión sobre por qué los consideramos validos y la comparación con
otras morales que tienen personas deferentes. (Savater, 1996, 41). ¿Cuándo un hombre
es bueno? No lo sabemos ni lo sabrá nadie jamás. Para cada persona el hombre
bueno es el que realiza unas acciones que a él le benefician o que piensa de su
misma manera. Para saber si un hombre es totalmente bueno o totalmente malo
deberíamos estar dentro de él cada vez que este realiza una acción. (Savater,
1996, 43). ¡¡¡Haz lo que quieras!!!
CAPITULO IV
Savater plantea un lema fundamental para la ética "haz lo que
quieras", y dice que hay que dejarse de ordenes y costumbres, de premios y
castigos. No le preguntes a nadie que es lo que debes hacer con tu vida:
pregúntatelo a ti mismo. (Savater, 1996, 49). Pero resulta que en ocasiones
importantes o cuando nos tomamos lo que vamos a hacer verdaderamente en serio,
todas estas motivaciones corrientes resultan insatisfactorias: vamos, que saben
a poco, como suele decirse. (Savater, 1996, 50).
La buena vida humana es buena vida entre humanos, o de lo contrario
puede que sea vida, pero no será ni buena ni humana. Las cosas pueden ser
bonitas y útiles, los animales resultan simpáticos, pero los hombres lo que
queremos ser es humanos, no herramientas
ni bichos. Y queremos ser tratados
como humanos, por que eso de la humanidad depende en buena medida de lo que los
unos hacemos con otros. La buena vida humana es "la vida entre seres
humanos". Los hombres somos humanos y queremos ser tratados como tales por
eso "DARSE LA BUENA VIDA" no debe ser muy diferente a" DAR LA
BUENA VIDA". El mundo en le que vivimos los humanos es un mundo
lingüístico, una realidad de símbolos
y leyes
sin la cual no solo seriamos incapaces de comunicarnos si no también de captar
la significación que nos rodea. (Savater, 1996, 55).
En esta parte del libro se nos plantea el aspecto económico el cual creo
que esta en todas partes, problemas de la sociedad
que creo que es la que nos esta comiendo a partir de la gran variedad de
problemas que surgen por este. Para lo anterior esta el comerciante Kane, que a
pesar de tener mucho dinero
y poder no era feliz debido a que para conseguir lo que tenia, había tenido que
crearse una gran cantidad de enemistades, las cuales no le podían proporcionar
el cariño necesario para ser feliz, cariño que no puede proporcionar ningún ser
vivo a excepción del humano. (Savater, 1996, 56).
CAPITULO V
Tanto Esaú como Kane estaban convencidos de hacer lo que querían, pero
ninguno de ellos parece que consiguió darse buena vida. Lo que queremos es
darnos la buena vida pero no lo esta tanto en que consiste eso de la buena
vida. Y es que querer la buena vida no es un querer cualquiera. (Savater, 1996,
60). El hacer lo que verdaderamente nos hace bien, no es que queramos lo que
nos apetece en el momento si no que debemos querer lo que sabemos que, a la
larga, nos hará. En esta vida todo son complicaciones y quien busca las
simplicidades nunca llega a ser nada por sí mismo. Cuando estamos obsesionados
por las cosas materiales
nos perdemos y no nos damos cuenta que lo que de verdad en esta vida nos hace
falta es lo que las personas nos pueden dar.
Cuando tratamos a los demás como cosas, a la manera en que lo hacia
Kane, lo que recibimos de ellos son también cosas. Pero de este modo nunca nos
darán esos dones mas sutiles que solo las personas pueden dar, no conseguiremos
amistad,
ni respeto,
amor.
Kane se le olvido este pequeño detalle y de pronto se dio cuenta de que tenía
de todo salvo lo que nadie más que otra persona puede dar: aprecio sincero o
cariño. (Savater, 1996, 63). La verdad es que las cosas que tenemos nos tienen
ellas también a nosotros en contrapartida: lo que poseemos nos posee. Lo que
tenemos muy agarrado nos agarra también a su modo... o sea que más vale tener
cuidado con no pasarse.
La mayor complejidad de la vida es precisamente ésa, que las personas no
son cosas. Al principio no encontró dificultades: las cosas se compran y se
venden. Las cosas Se usan mientras sirven y luego se tiran.
La ética lo que intenta es averiguar en que consiste en el fondo, mas
allá de lo que vemos en los anuncios de la tele, esa dichosa buena vida que nos
gustaría pegarnos. A las cosas hay que manejarlas como cosas, y a las personas
hay que tratarlas como personas, de este modo las cosas nos ayudaran en muchos
aspectos y las personas en uno fundamental, que ninguna cosa puede suplir el de
ser humanos. A lo mejor ser humanos no es cosa importante porque queramos o no
ya lo somos sin remedio... ¡Pero se puede ser humano-cosa o humano-humano,
humano simplemente preocupado en ganarse las cosas de la vida, todas las cosas,
cuanto más cosas, mejor y humano dedicado a disfrutar de la humanidad vivida
entre personas! Por favor, no te rebajes; deja las rebajas para los grandes almacenes,
que es lo suyo (Savater, 1996, 65). Yo creo que la primera e indispensable
condición ética es la de estar decididos a vivir de cualquier modo: estar
convencido de que no todo da igual aunque antes o después vayamos a morirnos.
Cuando se habla de «moral» la gente suele referirse a esas órdenes y costumbres
que suelen respetarse por lo menos aparentemente y a veces sin saber muy bien
por qué. Pero quizá el verdadero intríngulis no esté en someterse a un código
o en llevar la contraria a lo establecido sino en intentar comprender, por qué
ciertos comportamientos nos convienen y otros no, comprender de qué va la vida
y qué es lo que puede hacerla «buena» para nosotros los humanos. Ante todo,
nada de contentarse con ser tenido por bueno, con quedar bien ante los demás,
con que nos den aprobado. Pero el esfuerzo de tomar la decisión tiene que
hacerlo cada cual en solitario: nadie puede ser libre por ti (Savater, 1996,
66). Lo indispensable para darse" la buena vida" es sentirnos bien
con nosotros mismos que es de la única manera de que los demás nos vean bien.
CAPITULO VI
¿Sabes cuál es la única obligación que tenemos en esta vida? Pues no ser
imbéciles. La palabra «imbécil» es más sustanciosa de lo que parece, no te
vayas a creer. Viene del latín báculos que significa «bastón»: el imbécil es el
que necesita bastón para caminar. Tipos de imbéciles:
a) El que cree que no quiere nada, el que dice que todo le da igual, el
que vive en un perpetuo bostezo o en siesta permanente, aunque tenga los ojos
abiertos y no ronque.
b) El que cree que lo quiere todo, lo primero que se le presenta y lo
contrario de lo que se le presenta: marcharse y quedarse, bailar y estar
sentado, masticar ajos y dar besos sublimes, todo a la vez. (Savater, 1996,
69).
c) El que no sabe lo que quiere ni se molesta en averiguarlo. Imita los
quereres de sus vecinos o les lleva la contraria porque sí, todo lo que hace
está dictado por la opinión mayoritaria de los que le rodean: es conformista
sin reflexión o rebelde sin causa.
d) El que sabe que quiere y sabe lo que quiere y, más o menos, sabe por
qué lo quiere pero lo quiere flojito, con miedo o con poca fuerza. A fin de
cuentas, termina siempre haciendo lo que no quiere y dejando lo que quiere para
mañana, a ver si entonces se encuentra más entonado.
e) El que quiere con fuerza y ferocidad, en plan
bárbaro, pero se ha engañado a sí mismo sobre lo que es la realidad, se
despista enormemente y termina confundiendo la buena vida con aquello que va a
hacerle polvo.
Lo contrario de ser moralmente imbécil es tener conciencia.
Pero la conciencia no es algo que le toque a uno en una tómbola ni que nos
caiga del cielo. Por supuesto, hay que reconocer que ciertas personas tienen
desde pequeñas mejor «oído»
ético que otras y un «buen gusto» moral espontáneo, pero este, «oído» y ese
«buen gusto» pueden afirmarse y desarrollarse con la práctica. (Savater, 1996,
71). Lo contrario de ser imbécil es tener conciencia, que no es algo que tengan
solo unos pocos, si no que se desarrolla si uno quiere. La conciencia consiste
fundamentalmente en lo siguiente:
a) Saber que no todo da igual.
b) Darnos cuenta de que lo que hacemos verdaderamente nos conviene.
c) Saber que como un acto reflejo debemos rechazar lo que sabemos que no
nos hace bien.
d) Que no escondamos los malos resultados de nuestros actos bajo los
pretextos de que estábamos coaccionados por alguien o por algo. (Savater, 1996,
72).
Lo que consideramos que es malo es lo que no nos deja darnos la buena
vida y para conseguirlo debemos ser egoístas y querer lo mejor para uno mismo.
Hay que saber lo que uno quiere y sentirse bien con sigo mismo. El
remordimiento lo tenemos cuando nos damos cuenta de que hemos hecho algo mal,
pero cuando nos damos cuenta nosotros, no si alguien nos dice que hemos obrado
mal. Ese es el verdadero castigo. "Egoísmo" a quien solo piensa en si
mismo y no se preocupa por los demás, hasta el punto de fastidiarles tranquilamente
si con ello obtiene algún beneficio. (Savater, 1996, 73).
Como somos libres podemos equivocarnos y por eso tenemos remordimientos,
porque nos damos cuenta de que hemos sido nosotros los que hemos hecho algo en
contra de lo que verdaderamente queríamos hacer. (Savater, 1996,
76)."Remordimiento" no es mas que el descontento que sentimos con
nosotros mismos cuando hemos empleado mal la libertad, es decir, cuando la
hemos utilizado en contradicción con lo que de veras queremos como seres
humanos. (Savater, 1996, 78). Contra el remordimiento lo que debemos hacer es
ser responsables, y si no pensar antes lo que vamos a hacer y las consecuencias
que nos puede traer, y lo que es más importante saber aceptar las
consecuencias. Hay que saber también que las decisiones tomamos ahora van
formando nuestro interior y nuestro futuro día a día. (Savater, 1996, 80).
CAPITULO VII
En este capitulo, Savater nos explica le ética con un ejemplo muy
peculiar, sobre la historia de Robinson Crusoe, personaje que vive solo en una
isla y que al ya estar bien establecido en ella, encuentra que no esta solo,
hablando de que encontró pruebas
para poder decir que hay otros humanos en la isla, lo cual le causa un
problema, el cual esta lleno de dudas sobre lo que tendrá que hacer. La ética
no se ocupa de cómo alimentarse mejor o de cuál es la manera más recomendable
de protegerse del frío ni de qué hay que hacer para vadear un río sin ahogarse,
cuestiones todas ellas sin duda muy importantes para sobrevivir en determinadas
circunstancias; lo que a la ética le interesa, lo que constituye su
especialidad, es cómo vivir bien la vida humana, la vida que transcurre entre
humanos. Si uno no sabe cómo arreglárselas para sobrevivir en los peligros
naturales, pierde la vida, lo cual sin duda es un fastidio grande; pero si uno
no tiene ni idea de ética, lo que pierde o malgasta es lo humano de su vida y
eso no tiene ninguna gracia. Se debe tratar a las demás personas, como queremos
que nos traten a nosotros, es lo que le interesa a la ética. (Savater, 1996,
85).
Al levantarte hoy, piensa que a lo largo del día te encontraras con
algún mentiroso, con algún ladrón, con algún adultero, o con algún asesino. Y
recuerda que has de tratarles como a hombres, por que son tan humanos como tú y
por tanto te resultan tan impresendibles como la mandíbula inferior lo es para
la superior. Hay que tener claro que a los hombres que no consideramos buenos
los debemos mantener a distancia, pero también debemos tener en cuenta que son
humanos y aunque nosotros los consideremos malos, pueden darnos humanidad. Es
lo que nos trata de explicar Savater en este capitulo. (Savater, 1996, 87). Es
muy cierto que a los hombres debo tratarlos con cuidado, por si acaso. Pero ese
«cuidado» no puede consistir ante todo en recelo o malicia, sino en el
miramiento que se tiene al manejar las cosas frágiles, las cosas más frágiles
de todas... porque no son simples cosas. Si hacemos el mal a los demás nos lo
hacemos también a nosotros mismos porque ese mal nos va a ser devuelto, tarde o
temprano. Antes de hacer algo a alguien debemos ponernos en su lugar y ver como
nos afectaría, a eso se le llama humanidad (Savater, 1996, 88).
Los malos, es decir los que tratan a los demás humanos como a enemigos
en lugar de procurar su amistad. Como en la película Frankenstein, donde se
dice que "Soy malo porque soy desgraciado" En este otro ejemplo
establece que el ser malo no es un factor de estar viviendo una buena vida ya
que la persona que es mala a su vez es desgraciada, esto por diferentes
motivos, desde luego si vamos dando enemistad no vamos a recibir amistad y lo
mejor es ser bueno que unirse con los malos (Savater, 1996, 90).
¿En qué consiste tratar a las personas como a personas, es decir,
humanamente? Respuesta: consiste en que intentes ponerte en su lugar. Reconocer
a alguien como semejante implica sobre todo la posibilidad de comprenderle
desde dentro, de adoptar por un momento su propio punto de vista. A fin de
cuentas, siempre que hablamos con alguien lo que hacemos es establecer un
terreno en el que quien ahora es «yo» sabe que se convertirá en «tú» y
viceversa. Al tener que seguir tratando a estas personas como humanos, tenemos
que ponernos en su lugar, pienso yo que esto es para poder comprender el porque
esta clase
de personas actúan así, viendo que también tienen sus intereses, objetivos
y el que tienen que tomar decisiones a partir de lo anterior, como para
establecer que es lo que la demás gente debe de esperar de esta clase de
personas (Savater, 1996, 92). Ponerse en el lugar de otro es algo más que el
comienzo de toda comunicación
simbólica con él: se trata de tomar en cuenta sus derechos. Y cuando los
derechos faltan, hay que comprender sus razones. A que alguien intente ponerse
en su lugar y comprender lo que hace y lo que siente. Aunque sea para
condenarle en nombre de leyes que toda sociedad debe admitir. En una palabra,
ponerte en el lugar de otro es tomarle en serio, considerarle tan plenamente
real como a ti mismo. Es lo que ocurrió con el ciudadano Kane o Gloucester, que
se tomaron la vida tan enserio que actuaron como si los demás no fuesen de
verdad (Savater, 1996, 93). Interés
viene del latín inter ese, lo que esta entre varios, lo que pone en relación a
varios, ósea que nuestro interés no es el nuestro exclusivamente, si no de
otras personas, que consideramos nosotros algo bueno. (Savater, 1996, 94). La
vida es demasiado compleja y sutil, las personas somos demasiado distintas, las
situaciones son demasiado variadas, a menudo demasiado íntimas, como para que
todo quepa en los libros
de jurisprudencia.
Lo mismo que nadie puede ser libre en tu lugar, también es cierto que nadie
puede ser justo por ti si tú no te das cuenta de que debes serlo para vivir
bien. Debemos saber que es lo que las demás personas quieren, para saber
dárselo, y recibir un poco de esa cosa que dimos. (Savater, 1996, 96).
CAPITULO VIII
En este capitulo, el autor cambia todos los temas vistos anteriormente
por la inmadurez de realizar lo que se establece y supone que todos debemos
hacer para poder convivir en la sociedad en la que tenemos que desarrollarnos,
esto el autor lo define como inmoralidad.
Cuando la gente habla de «moral» y sobre todo de «inmoralidad», el
ochenta por ciento de las veces el sermón trata de algo referente al sexo.
Tanto que algunos creen que la moral
se dedica ante todo a juzgar lo que la gente hace con sus genitales. En el
sexo, de por sí, no hay nada más «inmoral» que en la comida o en los paseos por
el campo; claro que alguien puede comportarse inmoralmente en el sexo
(utilizándolo para hacer daño
a otra persona, por ejemplo), lo mismo que hay quien se come el bocadillo del
vecino o aprovecha sus paseos para planear atentados terroristas. Y por
supuesto, como la relación sexual puede llegar a establecer vínculos muy
poderosos y complicaciones afectivas muy delicadas entre la gente, es lógico
que se consideren especialmente los miramientos debidos a los semejantes en
tales casos. El que de veras esta «malo» es quien cree que hay algo de malo en
disfrutar... Inmadurez es el que típicamente se establece como el sexo que
aparece en películas, forma de utilizar el concepto
que es incorrecta ya que se a ido creando en las personas que su objeto es el
anteriormente dicho, pero la inmoral dentro del mismo tema (sexo) podría
establecerse como tal cuando se comete alguna violación en contra de una mujer;
la inmoral no solo puede se lo anterior sino que también puede estar presente
en la mesa a la hora de comer. (Savater, 1996, 100).
Lo que se agazapa en toda esa obsesión sobre la «inmoralidad» sexual no
es ni más ni menos que uno de los más viejos temores sociales del hombre: el
miedo al placer. Y como el placer sexual destaca entre los más intensos y vivos
que pueden sentirse, por eso se ve rodeado de tan enfáticos recelos cautelas.
El placer nos distrae a veces más de la cuenta, cosa que puede resultarnos
fatal. Por eso los placeres se han visto siempre acosados por tabúes y
restricciones, cuidadosamente racionados, permitidos sólo en ciertas fechas,
etc.: se trata de precauciones sociales (que a veces perduran aun cuando ya no
hacen falta) para que nadie se distraiga demasiado del peligro de vivir.
(Savater, 1996, 101).
La diferencia entre el «uso» y el «abuso» es precisamente ésa: cuando
usas un placer, enriqueces tu vida y no sólo el placer sino que la vida misma
te gusta cada vez más; es señal de que estás abusando el notar que el placer te
va empobreciendo la vida y que ya no te interesa la vida sino sólo ese
particular placer. O sea que el placer ya no es un ingrediente agradable de la
plenitud de la vida, sino un refugio para escapar de la vida, para esconderte
de ella y calumniarla mejor... Esta claro que hay una gran diferencia entre el
uso y el abuso del placer. Si abusamos de un placer que es bueno lo podemos
convertir en malo si dependemos ampliamente de él hay que disfrutar de los
placeres pero sin abusar de ellos ya que entonces pueden llegar a ser
peligrosos. (Savater, 1996, 105). Se piensa en el sexo como una cosa obscena e
inmoral, pero debemos saber que no es así, que es algo natural y que no debemos
tener pudor al hablar de ello.
CAPITULO IX
Cuando leí el titulo de este capitulo, pensé que hablaría sobre
políticos que debería estar en la cárcel, o sobre los políticos que son
demagogos; pero no, habla sobre la característica que tendía el pueblo en general.
En este capitulo, al igual que el anterior, Savater nos habla sobre un tema muy
diferente, nos habla sobre los políticos. La ética es para intentar mejorarse a
uno mismo, no para reprender elocuentemente al vecino; y lo único seguro
que sabe la ética es que el vecino, tú, yo y los demás estamos todos hechos
artesanalmente, de uno en uno, con amorosa diferencia. (Savater, 1996, 111).
¿Por qué tienen tan mala fama los políticos? En una democracia
los políticos somos todos, directamente o por representación de otros. Ellos
ocupan lugares especialmente visibles en la sociedad y también privilegiados,
tienen mas ocasiones de incurrir en pequeños o grandes abusos que la mayoría de
los ciudadanos de a pie. El echo de ser conocidos o envidiados, e incluso
temidos tampoco contribuye a que sean tratados con ecuanimidad (significado de
la ecuanimidad es una poderosa energía de precisión, cordura, armonía y equilibrio).
Las sociedades
igualitarias, es decir, democráticas, son muy poco caritativas con quienes
escapan a la media por encima O por abajo: al que sobresale, apetece
apedrearle, al que se va al fondo, se le pisa sin remordimiento. Por otra
parte, los políticos suelen estar dispuestos a hacer más promesas de las que
sabrían o querrían cumplir. Su clientela se lo exige (quien no exagera las
posibilidades del futuro ante sus electores y no hace mayor énfasis en las
dificultades que en las ilusiones, pronto se queda solo. La única política que nos puede
favorecer es una política que nos trate a todos por igual, que no pisotee a los
que están abajo y destruya por envidia a los que están arriba, que se asocie a
lo poco bueno y no a lo mucho malo. (Savater, 1996, 113).
La ética es el arte
de elegir lo que más nos conviene y vivir lo mejor posible; el objetivo
de la política es el de organizar lo mejor posible la convivencia social, de
modo que cada cual pueda elegir lo que le conviene. Como nadie vive aislado (ya
te he hablado de que tratar a nuestros semejantes humanamente es la base de la
buena vida), cualquiera que tenga la preocupación ética de vivir bien no puede
desentenderse olímpicamente de la política. La ética y la política están
relacionadas con la libertad, pero de una manera diferente ya que la Ética
plantea la libertad individualmente pero a todos y la política establece la
libertad pero de una manera general y a través de actividades que son
necesarias para que la política funcione. Entonces se establece que la política
debe de respetar la libertad de la sociedad incluyendo las características de
esta como un algo que hace que la civilización funcione (Savater, 1996, 114).
La ética no puede esperar a la política. No hagas caso de quienes te
digan que el mundo es políticamente invivible, que está peor que nunca, que
nadie puede pretender llevar una buena vida (éticamente hablando) en una
situación tan injusta, violenta y aberrante como la que vivimos. Eso mismo se
ha asegurado en todas las épocas y con razón, porque las sociedades humanas
nunca han sido nada «del otro mundo», como suele decirse, siempre han sido cosa
de este mundo y por tanto llenas de defectos, de abusos, de crímenes. Pero en
todas las épocas ha habido personas capaces de vivir bien o por lo menos
empeñadas en intentar vivir bien. Cuando podían, colaboraban en mejorar la
sociedad en la que les había tocado desenvolverse; si eso no les era posible,
por lo menos no la empeoraban, lo cual la mayoría de las veces no es poco.
Todos deberíamos ser más solidarios respecto al mundo entero, que no se
gastaran tanto dinero en armas
que solo sirven para destrozar el mundo y las gasten para favorecerlo y que no
andemos de huevones (Savater, 1996, 115).
¿Cómo será la
organización política preferible, aquella que hay que esforzarse por
conseguir y defender?
- a) Como todo el proyecto ético parte de la libertad, sin la cual no hay vida buena que valga, el sistema político deseable tendrá que respetar al máximo las facetas públicas de la libertad humana: la libertad de reunirse o de separarse de otros, la de expresar las opiniones y la de inventar belleza o ciencia, la de trabajar de acuerdo con la propia vocación o interés, la de intervenir en los asuntos públicos, la de trasladarse o instalarse en un lugar, la libertad de elegir los propios goces de cuerpo y de alma, etc. (Savater, 1996, 117)
- b) Se trata de aprender a considerar los intereses del otro como si fuesen tuyos y los tuyos como si fuesen de otro. A esta virtud se le llama justicia y no puede haber régimen político decente que no pretenda, por medio de leyes e instituciones, fomentar la justicia entre los miembros de la sociedad. La única razón para limitar la libertad de los individuos cuando sea indispensable hacerlo es impedir, incluso por la fuerza si no hubiera otra manera, que traten a sus semejantes como si no lo fueran, o sea que los traten como a juguetes, a bestias de carga, a simples herramientas, a seres inferiores, etc. (Savater, 1996, 118)
- c) La experiencia de la vida nos revela en carne propia, incluso a los más afortunados, la realidad del sufrimiento. Una comunidad política deseable tiene que garantizar dentro de lo posible la asistencia comunitaria a los que sufren y la ayuda a los que por cualquier razón menos pueden ayudarse a sí mismos. Las desdichas nos ponen en manos de los demás y aumentan el poder colectivo sobre el individuo: es muy importante esforzarse porque ese poder no se emplee más que para remediar carencias y debilidades (Savater, 1996, 119).
Ya que todos estamos unidos por la
comunicación porque no hacer un esfuerzo común para ayudar a los
demás y en especial a nosotros mismos. Se establece que tratemos a las personas
como personas practicando lo que podemos definir como justicia, la cual podría
decir que es la que nos limita un poco la libertad, por lo que finalmente dice
que la política establece parte de la libertad (limita a esta) que se supone
podría tener el hombre.
La democracia moderna ha intentado a lo largo de los dos últimos siglos
establecer esas exigencias mínimas que debe cumplir la sociedad política: son
los llamados derechos
humanos cuya lista todavía es hoy, para nuestra vergüenza colectiva,
un catálogo de buenos propósitos más que de logros efectivos. Ya que nadie esta
dispuesto a hacer un gran cambio, las razones, son muchas, como por ejemplo que
todo se lo dejamos a las personas que claramente no son capaces de hacer algo,
en este caso son los políticos. Y nosotros somos los responsables de nuestra
desgracia, por no hacer nada. (Savater, 1996, 120)
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